La Biblia tiene mucho que decir acerca del trabajo, nuestro trabajo, el de todos los días. Fuimos creados a imagen de Dios para llenar la tierra y para ejercer dominio sobre ella (Génesis 1 y 2).
Si bien el pecado ha distorsionado y traído confusión, Dios en su amor se ha propuesto restaurar todas las cosas en Cristo, por eso Pablo afirmará en la segunda carta de San Pablo a los Tesalonicenses la importancia del trabajo. En el capítulo 3, versículos 6 al 13, nos deja algunas enseñanzas interesantes:
El trabajo es reflejo en el creyente de que el orden de Dios ha impactado su vida. Pablo deja claro que una vida que ha sido transformada por el evangelio responde viviendo ordenadamente en el área de su trabajo. Podemos decir que el que no trabaja no ha entendido la gracia de Dios en su vida, que lo empodera para vivir de acuerdo a un nuevo orden.
Todo trabajo es importante para Dios. La carta estaba dirigida a un grupo de cristianos que anhelaban la segunda venida de Cristo. La interpretación que asumieron fue “Cristo viene pronto, vamos a esperarlo y solo esperarlo.” Aparentemente estos cristianos dejaron sus responsabilidades, incluso el trabajo, para “esperar al Señor”. Como respuesta, el apóstol se pone de ejemplo para enfatizar la importancia del trabajo y expresa que no hay “un trabajo más espiritual que otros”. Todo trabajo es importante, especialmente el que nos da medios para el sustento diario.
El trabajo refleja la esperanza que hay en nosotros ante la segunda venida. Por implicación, las palabras de Pablo expresan que la correcta forma de manifestar en nosotros la esperanza de la segunda venida de Cristo es trabajando. Trabajar es, “hacer el bien” (v.13), es tener la correcta postura y afirmar la esperanza de que el Reino de Dios se consumará no solo en forma “espiritual” sino física también.
El mensaje de toda la Escritura es claro, nuestro trabajo es parte esencial de la vocación que Dios nos ha dado en la creación y en la re-creación de todas las cosas. Su Reino debe impactar también esta realidad en nuestras vidas.
Preguntémonos: ¿Refleja mi actitud diaria y mi acción laboral el impacto del evangelio en mi vida? ¿Qué actitud tenemos en la iglesia en cuanto al trabajo?. Oremos para que Dios nos renueve.
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