El primer hábito de quienes superan la universidad con éxito es mantener la meta en mente. ¿Qué te imaginas haciendo con esos estudios? ¿Cuál es el gran sueño? La meta no puede ser el diploma, quedar bien con tus padres o conseguir un buen empleo. Esas son fotos importantes, pero ¿cuál es la película después del diploma? Deja que tu imaginación vuele alto. Sueña con los ojos del corazón abiertos y considera cómo podrás afectar la vida de un mayor número de personas en tu futuro con lo que estás haciendo hoy. Imprime esas imágenes en tu alma en alta definición, cosa de que queden grabadas en tu memoria al punto de traerte «nostalgia de futuro» por llegar allí.
El hábito de comenzar y mantener el fin en mente se basa en la fe y la imaginación. Mira en la Biblia lo que dice el escritor de la carta a los Hebreos: «La fe es la seguridad de recibir lo que se espera, es estar convencido de lo que no se ve». (Hebreos 11.1) La fe es la capacidad de visualizar en tu mente lo que no se puede ver con los ojos todavía. Se basa en el principio de que todas las cosas se crean dos veces.
Hay una creación mental inicial y una creación física después. La creación física sigue a la mental, al igual que un edificio sigue un plano. Si nosotros no hacemos un esfuerzo consciente e intencional para visualizar lo que anhelamos, entonces dejaremos a otras personas y circunstancias darnos la forma que ellos quieran. Esa imagen mental es una meta y, aunque quizás no podamos ver todos los detalles, tenemos que poder percibir las sensaciones de la escena. La memoria de esa sensación imaginada tiene más fuerza de lo que creemos. ¿Cómo se siente hacer eso? La memoria de esa sensación imaginada tiene más fuerza de lo que creemos y por eso es tan importante para no desesperarnos cuando las cosas se pongan difíciles. Tener el destino claro agilizará tus músculos proactivos para hacer que las cosas sucedan.
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